
El 1 de abril de 1940 nació nuestra revista La Antorcha Pentecostal, con la intención de alumbrar las mentes y corazones de muchos con la luz del evangelio. Hoy, ochenta años después conserva el mismo cometido, y con igual fuerza y determinación. A pesar de los intentos del averno, las hostilidades y las limitaciones del entorno, LAP sigue siendo un faro.
Cuenta la historia, declara la verdad del evangelio, testifica del poder, informa, anima a los creyentes y es plataforma de publicación oficial de nuestras Asambleas de Dios. Los logros de la revista, y especialmente su continuidad, dependen únicamente de la gracia divina, sin menospreciar el ingente esfuerzo de los hermanos que laboran en ella, desde su confección hasta su distribución. Y es meritorio honrar por su dedicación y esmero; sin decir nombres, todos los que aportan a esta obra son acreedores de este reconocimiento. Pero Dios, el único e incomparable Dios de los vivos, que habita en luz, es la fuente que da lumbre a La Antorcha. Es causa y resultado, blasón de amor y poder en el tiempo, oferta de paz a los hombres que nuestra revista proclama en cada volumen impreso.
Alcanzar ocho décadas no es meta, es honor; pero también punto de partida para impulsarse por más abriles hasta que Cristo venga. El auge y facilidades que brindan las redes como soportes y vías de circulación, extendidas a casi todo el territorio nacional, sumado a las agravadas condiciones de los recursos necesarios para la impresión, conducen a la consideración de usar los formatos electrónicos como paliativo y principal alternativa para la divulgación de nuestra revista. Pues en la era de la informatización, la Antorcha tiene la meta de seguir siendo un faro. Justo, el primer volumen del 2020, correspondiente al escenario de la COVID en nuestro país y el aniversario 80 de nuestra revista, fue confeccionada solo en formato digital y distribuida por las redes. Tuvo gran aceptación, rapidez en la divulgación y economía de recursos. Aunque no desconocemos que muchos seguirán teniendo preferencia por la revista impresa, y se hará, nos encaminamos a aceptar los cambios como parte de nuestra inserción a la realidad de la vida contemporánea.
Cambian los nombres, formatos; cambian los tiempos, pero Dios y la misión de LAP siguen inalterables: alumbrar con la luz de la verdad a todo hombre.